Byung-Chul Han (66 años), recibió el pasado 24 de octubre el Premio Princesa de Asturias, en España. En ese contexto, el destacado filósofo surcoreano entregó un discurso muy en su línea, donde habló de algunos elementos de nuestro cotidiano que hacen peligrar nuestra libertad y que nos genera la sensación de vacío. Habló de libertades falsas, aparatos que nos dominan y un mundo en el que se ha perdido el respeto. Un llamado a la reflexión y al cambio necesario.
Filósofo, teólogo y ensayista surcoreano, Byung-Chul Han se ha hecho conocido a nivel mundial por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia. Profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, fue destacado recientemente con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, por su análisis “sumamente fértil” sobre cuestiones como “la deshumanización, la digitalización y el aislamiento de las personas”, según el jurado del galardón.
En su discurso, Byung-Chul Han habló primero de la falsa ilusión de libertad con la que vivimos, y de cómo eso nos ha llevado a autoexplotarnos. “La ilimitada libertad individual que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión”, lanzó. “Aunque hoy creamos que somos más libres que nunca, en realidad vivimos en un régimen de dominación neoliberal que precisamente explota la libertad”.
“Ya no vivimos en una sociedad disciplinaria, donde todo se regula por prohibiciones y mandatos, sino en una sociedad del rendimiento, supuestamente libre, que está determinada por las capacidades”, explicó.
Este espejismo de libertad nos lleva a actitudes obsesivas por aprovechar cada segundo de nuestras vidas, pero no en el sentido de goce y disfrute auténtico, sino en el de productividad (y su eterno compañero: el alto consumo). Monetizarlo todo, capitalizarlo todo, a costa del colapso.
En esta línea entra también la excesiva dependencia al teléfono celular, Si bien declaró estar en absoluto en contra del smartphone o la digitalización, y tampoco ser un pesimista cultural, señaló que el problema viene cuando no usamos estos aparatos como herramientas. “Lo que ocurre es que, en realidad, nosotros nos hemos convertido en instrumentos del celular; el smartphone nos utiliza a nosotros y no al revés. Y el celular no es nuestro producto, sino que nosotros mismos somos su producto”, señaló y agregó: “Hoy parece claro que su meta no era distinta de las corporaciones del pasado: acumular dinero y poder para dirigir el rumbo de los acontecimientos. Son una nueva industria extractiva, como la minería o el petróleo, pero del activo más valioso del presente: nuestro tiempo y los datos personales y sensibles que sirven de combustible a la IA”.
En ese sentido, también hizo un levantamiento por el mal uso de las redes sociales, que en lugar de “haber sido un medio de amor y amistad”, hicieron prevalecer el “odio, las fake news y la agresión”. Estos espacios, apuntó, “no nos hacen sociales, sino solitarios y agresivos, y nos privan de la empatía”. Individualistas, narcisistas y sin sentido de lo colectivo.
Desayunar, comer y cenar odio nos ha llevado a una creciente pérdida del respeto y los valores fundacionales. “Si alguien tiene hoy una opinión diferente, lo declaramos rápidamente enemigo. Ya no es posible el discurso, en el que se basa precisamente la democracia”.
“No hay lazo social más fuerte que el respeto. Sin moeurs, la democracia se vacía de contenido hasta convertirse en un mero aparato. Las elecciones se convierten en un ritual vacío; la política se agota en luchas por el poder; los parlamentos ofrecen el escenario para la autopromoción en escena de los políticos”, indicó.
“Los arrebatos de autenticidad y creatividad nos hacen creer que gozamos de una libertad individual cada vez mayor. Al mismo tiempo, sin embargo, tenemos la sensación difusa de que en realidad no somos libres, de que más bien vamos de una adicción a otra, de una dependencia a otra. Nos invade una sensación de vacío. El legado del neoliberalismo es el vacío”, mencionó el filósofo surcoreano y concluyó indicando que lo peor, es que “ya no tenemos valores o ideales con que llenar ese vacío. Algo no va bien en nuestra sociedad”.
¿Qué hacer frente a este desesperanzador escenario? El mismo filósofo entrega una respuesta en su libro “El espíritu de la esperanza” (2024), donde indica que de la desesperación más profunda nace también la esperanza más íntima: “La esperanza nos lanza hacia lo desconocido, nos pone camino de lo nuevo, de lo que jamás ha existido.”
Entonces, al ser conscientes de lo que nos aqueja, cuando pensamos que nuestra verdadera vida se asfixia y se ve reducida a una pura supervivencia, es cuando la esperanza nos abre tiempos futuros y espacios inéditos, en los que entramos soñando. “La esperanza no es optimismo, No es el convencimiento de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, al margen de como salga luego (…) Sobre todo, es también la que nos da fuerzas para vivir y para intentar las cosas de nuevo, por muy desesperada que aparentemente sea la situación”.
Fuente:
https://lapausanecesaria.substack.com/p/byung-chul-han-lo-hizo-de-nuevo
https://www.fpa.es/es/premios-princesa-de-asturias/premiados/2025-byung-chul-han/?texto=discurso







