“Veo la meta, alcanzo esa meta, y luego veo otra”.
Rayos y regentes: IV, V, VI, 2, 3, JÚPITER, TIERRA
Meditación: Domingo 15 de diciembre
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El domingo 15 de diciembre tendremos la última luna llena del año, conocida también como “Luna Fría” en el hemisferio norte, debido a que marca una de las noches más frías del año, mientras que en nuestra parte del mundo, da la bienvenida al verano. Un periodo de reflexión que viene acompañado de la fuerza de Sagitario, invitándonos a encontrar nuestra meta a través de la purificación de nuestro ser.
En esa línea, nos acercamos a las enseñanzas del maestro Torkom Saraydarian (1), en este periodo donde el Sol entra en el campo de la energía sagitariana el 22 de noviembre, permaneciendo allí hasta el 22 de diciembre, encauzando la energía de Sagitario a través de los regentes de la constelación.
Es interesantísimo que Sagitario encauce las energías de los rayos cuarto, quinto y sexto, más el segundo rayo de su regente exotérico, Júpiter, y el tercer rayo de su regente esotérico, la Tierra. Este regente Jerárquico es Marte, que es un planeta del sexto rayo.
Todos los rayos se hallan en este signo, puesto que los rayos primero y séptimo, que faltan, expresan su influencia a través del regente Jerárquico, Marte.
El Cuarto Rayo de Armonía a través del Conflicto, se relaciona con las artes. Este es un campo que va a ser afectado en este período.
El segundo campo es la ciencia. El tercer campo es la religión. Júpiter, al ser un planeta sagrado, inspirará amor-sabiduría en estos tres campos. La Tierra como el regente esotérico, acrecentará la “comunicación” entre estos tres campos, y Marte apresurará el fuego de la energía sagitariana dentro de la religión.
De hecho, Hércules, el gran guerrero, tuvo que cumplir su trabajo en Sagitario. Cuando Hércules estuvo dispuesto, se le apareció su Maestro y le dijo: “Has de afrontar tu noveno trabajo: en Arcadia, hay pájaros antropófagos de aguzados talones y picos crueles, que se ocultan en densas malezas. Ellos comen a todos los que se les cruzan en el camino. Hércules: ¡Ve y extermínalos!”.
Hércules se dirigió a Arcadia y vigiló a los pájaros. Los había de a miles y le dijeron que, cuando todos revoloteaban a la vez por los aires, cubrían al Sol. Luego algunos pájaros atacaron a Hércules, pero éste, con su garrote, los combatió y mató unos pocos. Procuró matar a otros con sus flechas, pero por doquier se escondieron en tupidos matorrales.
Mientras cavilaba sobre cómo exterminarlos, se le ocurrió la idea de emplear enormes címbalos (platillos) para amedrentarlos y hacerlos salir de su refugio. Reunió toda su energía y batió dos címbalos al mismo tiempo.
El sonido fue tan fuerte y penetrante que, de inmediato, todos los pájaros se echaron a volar. Tras tamaño acierto, Hércules montó de un salto su caballo alado y, tras elevarse del suelo, usó sus flechas para matar a los pájaros.
Este mito tiene un significado muy hermoso. En el mes de Sagitario, debemos actuar como Hércules. Debemos exterminar a los pájaros antropófagos que son los símbolos de nuestras ilusiones, de nuestros pensamientos dañinos, de nuestros espejismos e inercia, de nuestros prejuicios, supersticiones, emociones negativas e incontroladas, y de nuestra depresión o inercia que se oculta bajo muchas excusas. Todo esto deberá ser exterminado si un hombre ha de trasponer los portales de mayores expansiones de conciencia.
Hércules no pudo matar a los pájaros con su garrote que representa los medios de su personalidad. No pudo poner al descubierto y matar a los pájaros con sus flechas mientras estuvo en tierra, pues las que usó mientras allí estuvo fueron símbolos de los pensamientos que los intereses de la personalidad generan.
Los dos címbalos son la personalidad y la divinidad interior. Estas dos deberán fusionarse para que el sonido deje al descubierto todos los obstáculos que se ocultan dentro de nuestra naturaleza y los vuelva visibles para nuestros ojos. Todos estos obstáculos han estado oscureciendo a nuestro Sol interior durante muchos siglos.
El fuego eléctrico, que es el sonido, se libera cuando se fusionan los dos polos de la naturaleza humana, cuando el espíritu y la forma se unen, y, en vez de flechas, emerge la “saeta de la luz” y revela todo lo que está oculto en nuestra naturaleza. La “saeta de la luz” son las flechas que Hércules empleó mientras estuvo montado en su caballo elevado sobre el suelo.
El sonido es también la nota de la chispa que está dentro de nosotros y sólo se libera cuando la personalidad alcanza una etapa de desarrollo, en la que tiene su propia nota y está lista para fusionarse con la nota de la chispa.
El caballo alado es Sagitario, el ardiente vehículo intuitivo desde el cual Hércules dispara la “saeta de la luz” de la visión de su gran futuro. La meta es alcanzar al Sol interior, aniquilando todo lo que oscurece al Sol. La “dirección” se empeña firmemente en dirigirse hacia el Sol, hacia el Yo interior, hacia el Yo Único.
Los pensamientos que se basen en intereses separativos o en crímenes, los pensamientos que están atados a la tierra, deberán ser eliminados en su totalidad antes de que podamos ver al Sol.
Por eso el lema del discípulo sagitariano es: “Veo la meta. Alcanzo la meta y veo otra”.
El máximo problema respecto de individuos, naciones y humanidad es hallar una meta y luego hallar una meta superior. ¿Para qué vivimos? ¿Cómo podremos hallar nuestra meta? ¿Es física, emocional, mental, espiritual? ¿Es personal, nacional, mundial? ¿Qué es?
Una persona mira a la meta a través de la selva de la vida de la personalidad, afectada por tradiciones, sociedad, hábitos, religiones, filosofías y amigos. A través de toda esta selva deberá efectuar una elección. ¿Cuál es su meta?
Una meta es parte del plan del alma, o la síntesis de todas las mejores aspiraciones de una persona. El hombre promedio la encuentra de por vida, y está a la caza de otra en la próxima vida durante un breve intervalo, y luego la pierde. Un aspirante la encuentra de por vida, y está a la caza de otra en la próxima vida. Un discípulo la encuentra y crece con ella. Un iniciado es una meta viva en expansión.
La meta de nuestra vida sólo la podremos hallar si purificamos nuestra triple naturaleza para que las impresiones que se originan en el guía interior lleguen a nosotros.
Las metas son de varias magnitudes. Pueden ser físicas, emocionales, mentales o espirituales. Son porciones del plan de nuestra vida a lo largo del sendero de nuestra evolución. Cada vez que vemos una parte del plan de nuestra vida, tenemos una meta mayor. Muy a menudo nos parece que no tenemos una meta, porque el plan de nuestra vida se oscurece detrás de nuestros espejismos, ilusiones e inercia.
Nuestras metas son como rayos de luz, proyectados desde el santuario interior. La primera iniciación se toma cuando un hombre es capaz de percibir uno de estos rayos que provienen de su santuario interior, derramando su luz en su sendero.
A medida que purificamos nuestra triple personalidad, la meta brilla más claramente, y organizamos nuestra vida de modo tal que todo lo que hacemos es adecuado a la meta. La purificación del cuerpo físico se lleva a cabo a través de la conducta y la acción correctas. La purificación del cuerpo emocional se lleva a cabo a través de la aspiración y la adoración.
La adoración es un acto de desarrollarse y llegar a ser lo que buscamos en los abismos de nuestro propio ser. En el sendero de la adoración, cae y desaparece todo lo que es feo en la vida emocional. La purificación del cuerpo mental sigue adelante cuando tratamos de pensar en la luz de la verdad y la realidad.
Es necesario que la purificación de los tres cuerpos se experimente simultáneamente, porque si la mente piensa con claridad, pero las emociones están llenas de espejismos, a su tiempo las emociones afectarán a la mente y la usarán para su propio beneficio.
Es interesantísimo que una vez que una persona toma contacto con su meta, no tiene otra opción. Puede ser que su meta le cause muchos sufrimientos, dolores y dificultades en su vida, pero eso no le impide que haga lo que quiere hacer. La meta aumenta el poder de la voluntad y esa persona se mantiene en marcha, sin importarle lo que ocurra en el mundo de su personalidad.
Los discípulos de Sagitario son portadores del fuego. Transportan el fuego planetario. Brillan como antorchas en la humanidad para llevarla a su destino.
Camino de luz
En el contexto del encuentro de Luna Llena de LucisTrust en Ginebra en 2023, la agrupación internacional comparte una enseñanza basada en el pensamiento de Alice Bailey, en torno al poder y la importancia del silencio en nuestro camino. Porque somos buscadores de luz, y Sagitario nos conduce hacia la luz. Para mostrarnos ese camino, Sagitario nos introduce en el silencio.
La luz, tal cómo se nos revela en Sagitario, es un rayo de luz dirigida y focalizada. El punto de luz se convierte en rayo y revela una luz mayor al frente que ilumina el camino hacia el centro de la luz. Es hacia el centro de luz hacia donde caminamos y nos transformamos en camino, hasta el momento de la Transfiguración que revela el Sol Naciente.
Sagitario es un signo de transición entre Cáncer, puerta de la encarnación, y Capricornio, puerta de la iniciación. La humanidad duda durante mucho tiempo entre los dos: por eso Sagitario es también un signo de dualidad, en oposición y complementario de Géminis. Pero la experiencia misma de esta dualidad varía a lo largo de la evolución con:
· La dualidad unida, representada por el centauro, el hombre-animal
· La dualidad separada, representada por el arquero
· La libertad o la concentración, representada por el arco y la flecha
De una visión a otra, de un objetivo a otro – porque la vida nunca se para –, Sagitario es también un signo de transición entre la profundidad del valle, la profundidad de las llanuras de la Tierra en Escorpio, y la experiencia de la cima de la montaña en Capricornio. Así vamos de la ambición humana a la aspiración espiritual, de la aspiración o movimiento de invocación a la intuición o movimiento de evocación, recibido como respuesta.
Esta evolución está magníficamente explicada con una poesía esotérica profunda, por el Antiguo Catecismo reproducido por el Tibetano en Astrología Esotérica (págs. 176-77 ed.ingl.):
– ¿Dónde está el animal, oh Lanu, y dónde el hombre?
– Fusionado en uno, oh Maestro de mi Vida. Los dos son uno. Pero ambos han desaparecido y nada queda, sino el profundo fuego de mi deseo.
– ¿Dónde está el caballo, el blanco caballo del alma? ¿Dónde el jinete de ese caballo, oh Lanu?
– Fueron hacia el portal, oh Maestro de mi Vida. Pero algo pasa rápidamente ante los pilares de un portal abierto – algo que yo mismo he lanzado.
– Qué te queda, oh sabio Lanu, ahora que los dos caballos te han abandonado y el jinete se ha liberado? ¿Qué resta?
– Nada, sino mi arco y mi flecha, oh Maestro de mi Vida; estos me bastan y, cuando llegue el momento apropiado yo, tu Lanu, me lanzaré rápidamente tras la flecha que disparé. Dejaré los caballos en este lado de la puerta, pues ya no los necesitaré. Entraré libre, recuperaré la flecha que disparé y aceleraré mi camino atravesando una puerta tras otra, y todas las veces la flecha irá rápidamente delante”.
La luz del alma, cada vez más presente, lleva al discípulo a dejar de identificarse con su yo personal para identificarse cada vez más con el alma y más allá. Esta transformación o evolución está bien expresada en el simbolismo que representa Sagitario: este signo ha sido representado astrológicamente primero por un centauro, animal mítico, hombre surgiendo del animal. Después, simplemente, por un arco y una flecha. El hombre se libera de su identificación con la materia y con su cuerpo animal y emerge como pensador. Luego se emancipará del cuerpo de sus pensamientos para llegar a ser conciencia y voluntad.
Siguiendo las flechas lanzadas por su reflexión individual correcta, recibirá a cambio las flechas de la intuición del grupo y avanzará, paso a paso, en armonía o alineamiento con el alma. Entonces descubre la experiencia del silencio, como el olvido de sí mismo, el sacrificio del yo separado. La nota del alma, después la del propósito divino, puede resonar a través del silencio, sin perturbarlo.
Sigamos la luz de la intuición para entrar en la imagen simbólica e intentar penetrar más en su significado profundo. El hombre en el camino, que se convierte en discípulo, está representado por el hombre-animal u hombre que cabalga el animal y tensa la cuerda de su arco para lanzar la flecha que alcanza la meta. El discípulo es el hombre-animal en transformación, pero es también el arco y la cuerda, y es también la flecha lanzada que vuela hacia el objetivo. También es el objetivo, la diana, porque la luz hacia la que se dirige es la llama que hay en él mismo, ese destello o semilla de luz que debe crecer y arder hasta que se convierta en luz y se identifique con el fuego de la voluntad. La cuerda del arco es la tensión de la aspiración, el punto de tensión justo desde el que se lanzará la flecha. La cuerda debe tener la tensión justa: si no está suficientemente tensada, la flecha no tiene fuerza para salir… pero si está demasiado tensa, se rompe.
Recordemos que, en Libra, el discípulo ha aprendido el equilibrio. El discípulo sigue siendo la flecha lanzada al viento, que se deja llevar y dirigir por la energía que le impulsa. En este movimiento, el discípulo es a la vez activo y pasivo, activo porque vuela hacia su objetivo con conciencia y voluntad, y pasivo porque se deja dirigir por una voluntad mayor.
En la influencia de las energías de Sagitario, encontramos esperanza para la humanidad en marcha, pero descubrimos igualmente el poder de las fuerzas de conflicto en la vida del discípulo y en la humanidad global. Como humanidad se nos ofrece una respuesta, a la luz de la novena puerta franqueada por Hércules: antes de mandarlo a efectuar el noveno trabajo, el maestro da una indicación: “La llama que brilla más allá del pensamiento te revela infaliblemente la dirección a seguir. La tarea te espera, y ahora debes atravesar la novena puerta”.
Es en el Tratado sobre Magia Blanca, en las Reglas para el dominio de la mente, donde se nos dan los medios concretos tanto para comprender esta indicación como para actuar para ponerla en práctica. Regla 14: El pensamiento vano, egoísta, cruel y de odio, expresado en palabras, produce una prisión, envenena todas las fuentes de vida, provoca enfermedad y causa desastres y demora. En consecuencia, sé amable, bondadoso y bueno, dentro de tus posibilidades. Guarda silencio y la luz entrará en ti. Regla 15: No hables de ti mismo. No te compadezcas de tu suerte. Los pensamientos del ego y de tu destino inferior impiden que la voz interna de tu propia alma suene en tu oído. Habla del alma; trata de explayarte sobre el plan; olvídate de ti mismo construyendo para el mundo. Así se neutraliza la ley de la forma. Así la ley del amor puede entrar en ese mundo.
Conocemos la dirección, sabemos que hacer. Ahora el trabajo nos espera.
Fuentes:
(1) Sinfonía del Zodíaco” de Torkom Saraydarian
(2) https://www.lucistrust.org/uploads/es/arcaneschool/FMT-2023_GNB_Sagitario.pdf