El camino hacia la iluminación es, inherentemente, un esfuerzo colectivo, pero siempre está modulado por la guía de aquellos que han avanzado en la ruta. Según las enseñanzas de la esoterista inglesa Alice Bailey, esta guía se articula a través de la Jerarquía Espiritual, un grupo de seres que han triunfado sobre la materia. Su propósito es conducir a la humanidad hacia el Plan Divino. A la cabeza de esta Jerarquía se encuentra el Cristo, entendido no sólo como la figura histórica de Jesús de Nazaret, sino como la encarnación del segundo rayo de Amor-Sabiduría, conocido en Oriente como el Maestro de Maestros, Maitreya.
por Equipo Mundo Nuevo
Cristo, como figura central de la humanidad, no pertenece sólo al pasado. Alice Bailey (1880-1949), en su libro “La reaparición de Cristo”, afirma: “La maravillosa vida que vivió hace dos mil años, permanece todavía con nosotros y no ha perdido nada de su frescura, pues es aspiración, esperanza, estímulo y ejemplo eternos”. Sus enseñanzas no solo están vivas, sino que se manifestarán nuevamente. Bailey postula que el regreso a la Tierra del Cristo ocurrirá, pero no bajo la figura de Jesús, sino como un líder espiritual global que guiará a la humanidad hacia la iluminación y la evolución, marcando la pauta para la «Era de Acuario».
Bajo la perspectiva de Alice Bailey, la relación de la energía Crística con figuras humanas históricas, como Jesús, se explica mediante el concepto de «avatar». Un avatar es la manifestación temporal de un principio cósmico superior, el Cristo, que asume la personalidad y el cuerpo en un individuo altamente evolucionado, pero por un tiempo limitado. Esta distinción es fundamental. En ella se diferencia al ser individual, Jesús de Nazaret, de la fuerza universal que lo utiliza, el Cristo. El filósofo y escritor estadounidense Richard Smoley (nacido en 1957), un reconocido estudioso del esoterismo occidental, señala que esta visión esotérica es notablemente similar a la antigua doctrina del adopcionismo, una rama de la cristología histórica que floreció en los primeros siglos del cristianismo (siglos II y III). En esta doctrina, que era una forma de “monarquianismo dinamista”, se enseñaba que el Jesús humano no había nacido como Cristo divino, sino que fue «adoptado» o imbuido con la energía Crística solo en un momento específico de su vida, y fue impulsada por figuras como Teódoto de Bizancio, o «el Curtidor», quien la llevó a Roma hacia el año 190, y Pablo de Samosata (siglo III). Sin embargo, esta visión fue formalmente condenada por la naciente Iglesia Católica, que la consideró una herejía por negar la divinidad eterna de Cristo desde su concepción. Así, según esta tradición esotérica, el evento transformador ocurrió precisamente durante su bautismo en el río Jordán, cuando la Conciencia Crística descendió y asumió el cuerpo de Jesús, habilitándolo para su misión como Instructor del Mundo.
La Jerarquía de Maestros: Un reflejo cósmico
Este rol de Instructor del Mundo que asume el Cristo no es un acto aislado, sino que se enmarca en una vasta organización conocida como la Jerarquía Espiritual o la Gran Logia Blanca. Esta Jerarquía representa una síntesis de fuerzas conscientemente dirigidas para impulsar la evolución planetaria, operando como una réplica en miniatura de Entidades autoconscientes mayores que se manifiestan a través del Sol y los siete planetas sagrados, modelando la conciencia en nuestro sistema solar. Está compuesta por seres que han completado su propia evolución humana, habiendo triunfado sobre la materia y alcanzado la meta final del sendero. Estos Adeptos y Maestros de Sabiduría no son seres distantes, sino grandes Individualidades que se han vinculado con la Jerarquía Superior. Han recorrido exactamente el mismo camino que sigue hoy cada individuo, superando los peligros, dificultades, angustias y dolores inherentes a la vida física para alcanzar la victoria y la maestría en el plano material. Son, por lo tanto, la culminación de la raza humana y los guías activos del Plan Divino.
Precisamente, en función de su rol como culminación evolutiva, Alice Bailey profundiza en la definición del Adepto o Maestro de Sabiduría, basándose en la trayectoria de su conciencia interna: “Maestro de Sabiduría es aquel que ha vivido la quinta iniciación. Esto en realidad significa que la conciencia ha alcanzado tal expansión, que ahora incluye al quinto reino o reino espiritual, el reino de las almas.” Habiéndose abierto paso por los cuatro reinos inferiores (el mineral, el vegetal, el animal y el humano), la conciencia del Maestro se ha expandido para incluir el plano del espíritu, logrando la transmutación total. Mediante sucesivas encarnaciones, el Maestro ha logrado transmutar la mente inferior en la mente superior (pura y límpida), y ha transformado el deseo en intuición, irradiando su ser con la luz del Espíritu puro. El método esencial para esta maestría es uno: la meditación y el servicio.
El Instructor del Mundo
La esencia del Cristo como Principio Cósmico ha sido, de hecho, la cabeza de la Jerarquía Espiritual desde su fundación, es decir, desde el inicio del Plan de la evolución planetaria. La referencia a los últimos dos mil años se relaciona únicamente con su manifestación como el Instructor del Mundo a través de la figura de Jesús de Nazaret, iniciando un ciclo de enseñanza directa que aún perdura. Su figura trasciende credos y religiones, pues su propósito central es la manifestación del amor a Dios y a la humanidad. Él es precisamente la encarnación particular de la fuerza del Segundo Rayo de Amor-Sabiduría, una de las energías fundamentales que rigen nuestro sistema solar. Como señala Alice Bailey, fue el Cristo quien, “por primera vez en la historia planetaria, hasta donde sabemos, transmitió la energía divina del amor a nuestro planeta y, en un sentido muy definido, a la humanidad”.
En su obra “Iniciación: Humana y Solar”, Bailey describe el papel del Cristo como el “Instructor del Mundo”, una figura cuya identidad es universalmente reconocida bajo distintos nombres. “Se le conoce en Oriente como el Bodhisattva y como el Señor Maitreya, y es Aquel a quien buscan los musulmanes devotos, bajo el nombre de Imán Mahdi”. El filósofo Richard Smoley explica que esta identidad universal se apoya en la doctrina budista de la impermanencia (anicca), que anticipa el regreso cíclico de la luz y la verdad. Smoley cita: “Todo lo manifiesto es impermanente… Lo mismo ocurre con el Dharma, la enseñanza del Buda: con el tiempo se degradará, se corromperá y se olvidará. En ese momento, el bodhisattva Maitreya vendrá a la tierra, alcanzará la iluminación para convertirse en el próximo Buda y revitalizará y perpetuará el Dharma”.
Su regreso y la preparación interior
En sintonía con este principio de degradación cíclica del Dharma y la consecuente necesidad de un nuevo Instructor, Alice Bailey señaló que las convulsas condiciones del mundo luego de la Segunda Guerra Mundial propiciaron el regreso inminente del Cristo como guía. Esta guerra representó, para la Jerarquía, el punto más bajo de la moralidad y las relaciones humanas en la era moderna, creando la emergencia espiritual que demandaba Su presencia. Por lo tanto, Su venida se entiende como una medida de emergencia planetaria, y Su misión es fundamentalmente no-religiosa, enfocada en la transformación social y política global. Su tarea es reestablecer las relaciones humanas correctas en todos los ámbitos de la vida, desde lo individual hasta lo internacional, preparando así el terreno para la Nueva Era de Acuario, donde la unidad y la cooperación reemplazarán al separatismo y el conflicto.
La venida del Cristo, o Maitreya, no debe interpretarse como un evento mágico, ni mucho menos como la llegada de un héroe sentimental. Más bien, exige una respuesta consciente y activa por parte de la humanidad. En su obra “La reaparición de Cristo”, Bailey enfatiza que la llegada de esta figura no es pasiva, sino que está condicionada por la preparación interna del individuo y de la colectividad. Para aquellos que aceptan esta posibilidad, el reto es intrínsecamente individual e iniciático, convirtiéndose cada persona en un potencial «precursor» de Su llegada. En este sentido, cada aspirante es llamado a ser un «Bautista» moderno, alguien que prepara su propio «desierto» interior para recibir la Conciencia Crística.
Para afrontar esta tarea, Bailey plantea tres preguntas fundamentales, cuyas respuestas son absolutamente personales y delinean la responsabilidad del discípulo en el mundo moderno:
- ¿Cómo puedo enfrentar personalmente este desafío? Una pregunta que implica la necesidad de un ajuste mental y emocional profundo para aceptar la nueva realidad espiritual que el Cristo plantea.
- ¿Qué puedo hacer específicamente? Se refiere al servicio activo y práctico, es decir, a la aplicación constante de los principios de Amor-Sabiduría en la vida diaria.
- ¿Cuáles son los pasos que debiera dar y dónde están aquellos que lo harán conmigo? Un cuestionamiento que subraya la importancia de la cooperación grupal y la búsqueda de colaboradores con un sentir y una mentalidad similar para el trabajo colectivo.
Aunque las complejidades y dificultades del período histórico son enormes, las respuestas residen en la paciencia, la comprensión inteligente del problema mundial y la buena voluntad. Esto permite al individuo reconocer los hechos con mayor claridad y alinear su voluntad con el Plan Divino.
La preparación para la venida del Cristo no es tarea de instituciones, sino de la conciencia individual y colectiva. Bailey explica que la salvación reside en lo simple y en lo colectivo, es decir, en que “la masiva visión y bondad que existen en el mundo son inmensas; el pensar claro y humanitario es ilimitado; la salvación del mundo se halla, por lo tanto, en manos de la gente sencilla y buena, y en los millones de personas que piensan con rectitud”. Este grupo de individuos, con su enfoque claro y espiritual, es el encargado de llevar a cabo el trabajo preparatorio. La llegada del Cristo, por lo tanto, no es un evento fortuito, sino que depende de que la mente espiritual de la humanidad se active y cambie la atmósfera del planeta.
Bailey reitera que el mensaje de Cristo es el motor de esta transformación personal y magnética. “El amor que Él expresó influencia todavía al mundo del pensamiento, aunque relativamente pocos han intentado realmente demostrar la misma cualidad de Su amor; amor que lleva infaliblemente al servicio mundial, al completo olvido de sí mismo y a una vida radiante y magnética”. Por ello, la esoterista concluye que el Cristo se halla hoy más cerca de la humanidad que en cualquier otro período de la historia, y que este acercamiento se intensificará a medida que el trabajo se realice internamente, trascendiendo iglesias y dogmas. La conclusión final de su mensaje es un llamado a la acción consciente: “El Hijo de Dios está en camino y no viene solo. Su avanzada ya se acerca y el Plan que debe cumplir ya está trazado y aclarado. Que su reconocimiento sea el objetivo”.
Sigue leyendo en la Edición N°137 de Revista Mundo Nuevo.
Fuentes:
https://www.theosophical.org/publications/quest-magazine/the-reappearance-of-the-christ
“La reaparición de Cristo”, Alice Bailey
https://www.lucistrust.org/es/world_goodwill/world_goodwill_homepage/the_spiritual_hierarchy_b







